24.6.10

Era digital

El escritor reunió todos sus escritos creando una gran pila sobre la tarde, luego trajo un viejo bidón azul y poco a poco fue trasvasando toda su obra a éste, que acabó lleno de tinta, papel y palabras arrugadas por donde el aire circulaba como por un laberinto de luces y sombras.
Su mano izquierda se introdujo en el bolsillo del mismo lado y extrajo un reluciente mechero zippo cargado de gasolina. Con un doble chasquido de pulgar abrió la tapa y encendió la mecha, acercó el mechero al bidón y en silencio todas sus palabras comenzaron a arder. El escritor quedó callado, mirando cómo las finas cenizas ascendían y se perdían a lomos del viento en los confines del cielo.
No se movió hasta que no hubo ardido la última palabra. Luego miró al cielo por última vez, hizo una especie de mueca, de guiño o media sonrisa, se dio la vuelta y se marchó.
Ahora todos los periódicos locales se hacen eco de la noticia: "un viejo escritor demente dice guardar todos los archivos de su vida en el cielo".

2 comentarios:

pepa mas gisbert dijo...

Te he encotrado. Suerte en estas tus ficciones.

Has puesto mal el enlace en tu entrada de sevendepoesia.

Un abrazo

N Ó M A D A dijo...

Sonrío. Guardar todas las palabras en el cielo... sí.
Y ahora, además son palabras inflamadas!